No me importa si tu voz recorre de una punta a otra del bar o del país, me importa lo que dices.

martes, 18 de mayo de 2010

Siete grados de separación


La objetividad y la independencia que proclaman la mayoría de diarios ya no se lo cree nadie.

El húngaro Frigyes Kartinthy inició el concepto en su libro Chains, luego fue Duncan Watts en su obra Seis grados: la ciencia de la edad conectada quien lo desarrolló y las redes sociales lo mitificaron como algo que parece cada vez más posible. Según la teoría de los seis grados se puede enviar un mensaje a cualquier persona del planeta en tan solo seis pasos, con el típico sistema del boca a boca. Yo, individuo, paso un mensaje a todos mis conocidos, estos lo hacen con todos los suyos y, multiplicado por seis, podemos llegar a cualquier persona de la esfera terrícola. Propongo entonces, siete grados de separación entre políticos y periodistas.

Hace poco comentaba con la redacción un tema que viene al caso. Un compañero me decía que des de que tiene más relación con los políticos su visión sobre ellos ha cambiado, y se ha alejado de la concepción que tienen los ciudadanos. Políticos y periodistas comparten muchas cosas y parece casi imposible no caer en el amiguismo o en el enchufe. Hoy por hoy, los buenos periodistas son aquellos que consiguen más contactos, más informaciones privilegiadas o tienen unos off de record más ricos de los cuales después se pueden aprovechar. Sería bueno que las dos profesiones fuesen, valga la redundancia, más profesionales. Unos políticos dedicándose a legislar de la mejor manera posible, olvidándose de que sacarán los medios de sus palabras y unos periodistas haciendo su trabajo, que no es otro que acercar la realidad a su público. Quizás así, con una información política más purista y menos interesada, la gente se comenzaría a interesar un poco más por los actos que se producen en el Congreso de los Diputados o de las reuniones del Presidente del Gobierno. La objetividad y la independencia que proclaman la mayoría de diarios ya no se lo cree nadie.

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